jueves, 12 de diciembre de 2013

Zoo

En mi cabeza van desfilando animalitos de un zoológico. Cada cual con su gracia, cada cual con sus defectos.
La curva del amor se me fue al subsuelo y en la última inundación la tapo el agua.
Me dice que si tengo gata y plantas el pronóstico no es muy positivo.
Me pregunto qué tiene de malo tener gata: mientras ella este conmigo dormiremos abrazadas y desistiré la tentación de abrazar alguno de ...esos animalitos del zoo.
Mientras tenga plantas voy a poder hablar hasta el cansancio sin que me pidan que me calle, ni siquiera en forma elegante.
No me gusta ir al zoológico porque tiene rejas y las rejas me asfixian. El lugar que habitan huele mal y cada animal se cree tan único que agota con su vanidad. Juegan con el verso del cautiverio y la extinción y se ponen el título de distintos pero hasta el hipopótamo se convierte en gacela cuando le pinta escapar.
Me cansé de pararme del otro lado tirando galletitas, de aplaudir monadas y que me de ternura el show del delfín, de esperar que el oso polar se despierte para caminar dos pasos y volverse a zambullir en su hábitat de mentira.
Mi gata siamesa ruge más fuerte que el león y mientras riego las plantas pienso en lo lindo que sería dejar abiertas las jaulas a ver si se van a Madagascar, o mejor a la concha de la lora, ya que estamos hablando de animales.

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