jueves, 12 de septiembre de 2013

No es justo el paso de los años. Una debería congelar el tiempo en el preciso momento en que se siente bien.
No me siento de la edad que tengo, salvo cuando salgo de noche y al día siguiente me caigo de sueño, o cuando la resaca dura más y una parte de la cara amanece con la sábana impresa.
Tampoco me siento de veinte; los dejé hace rato. Junto a la melena rubia, el talle veinticuatro
Y el abd...omen plano.
Ahora soy madre, profesional, rockera y juego a ser libre un rato.
Ahora me duelen los pies si uso tacos altos todo el día, pero me siento power cuando puedo contestar las preguntas curiosas de mi hijo.
Cuando todavía para él sigo siendo la mujer más hermosa, inteligente. La que logra todo lo que se propone.
Ya no hay un hombre que ame mis defectos como lo hace mi hijo.
Entonces lo disfruto porque sé que en unos años se le pasará y me convertiré en la ortiva
que le pone obstáculos a su libertad: esa libertad mal habida, adolescente.
Y él será el que se las sabe todas

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